Participación ciudadana y gobernanza participativa son conceptos que, a lo largo de los últimos años, han cobrado especial relevancia. ¿El motivo? La ciudadanía reclama a las instituciones su derecho a intervenir en la toma de decisiones relativas al manejo de los recursos. En este artículo, queremos profundizar en esta cuestión.
¿Qué se entiende por participación ciudadana?
La participación ciudadana es la base sobre la que se sustenta la democracia participativa. Se trata de un modelo de gobierno en el que la población ejerce un poder mayor sobre la toma de decisiones que en la democracia representativa. Es decir, permite que la influencia de la ciudadanía en el funcionamiento de las instituciones no se limite a ejercer su derecho al voto cada cuatro años.
Para entendernos mejor, podemos decir que la democracia participativa favorece un mayor grado de influencia de la ciudadanía que la democracia representativa, pero es menor que la de la democracia directa. Esta es la razón por la que, en muchas ocasiones, se denomina también democracia semidirecta.
¿Cómo se articula la democracia ciudadana?
En líneas generales, la influencia en la toma de decisiones que favorece este tipo de democracia se centra en aquellas que son a nivel municipal y comunitario. La fórmula más habitual es la del referéndum o plebiscito.
Pongamos un ejemplo. Imaginemos un ayuntamiento que cuenta con un amplio terreno municipal para el cual existen varios proyectos posibles: una torre de edificios de oficinas, un área de equipamientos deportivos o una amplia zona verde. La institución puede plantear una consulta física o en línea para conocer la opinión de los ciudadanos y ciudadanas y así elegir la opción preferida de la mayoría.
Las ventajas de la participación ciudadana en la gobernabilidad
A estas alturas, nadie duda de los beneficios que ofrece la democracia ciudadana sobre la gobernabilidad de un territorio. Son estas:
- Incrementa la legitimidad de las decisiones, dado que se fundamentan en la opinión de la ciudadanía.
- Aprovecha las capacidades y la experiencia de todas para conseguir un lugar mejor en el que vivir.
- Desarrolla nuevas capacidades democráticas entre la ciudadanía y reduce la sensación de hastío generada por el anterior sistema.
- Mejora la calidad de vida de las personas y fomenta una mejor convivencia.
En definitiva, la participación ciudadana está ganando peso en la forma de administrar, principalmente, a nivel comunitario y municipal.
Las personas que viven en pueblos o ciudades tienen la oportunidad de sentirse partícipes de la gestión de los recursos disponibles, un hecho que se debe traducir en un mayor nivel de satisfacción y de calidad de vida.