La serendipia es por definición la circunstancia de encontrar por casualidad algo que no se buscaba. Por tanto si esto es así, dejar las cosas a la casualidad no parece un modelo razonable, fiable y adecuado sobre todo si el marco de trabajo son las políticas y programas públicos que a todos y a todas nos afectan, en un contexto de necesidades infinitas y de recursos limitados y acuciados por la pandemia y por todo lo que esta nos ha reportado y nos condiciona.
Para arrojar un poco de luz, me gustaría compartir una experiencia que bajo mi punto de vista debería ser lo normal, algo cotidiano y establecido como pauta de trabajo estándar y que por tanto no debería ser objeto de este artículo, pero creo que la realidad es diferente y por tanto merece la pena reflexionar aunque sean cinco minutos. Se trata de una práctica de trabajo real en un proyecto real, el del nuevo plan local de juventud 2026 de nuestra ciudad, que se ha aprobado recientemente y que ha de orientar las políticas de juventud en este horizonte temporal. Formato que entendemos que debería ser extrapolable al resto de territorios, siempre con las adaptaciones necesarias al contexto y a la realidad y alcance de la política concreta, fundamentada en los principios de la transparencia y la participación.
Durante 2020-21 se llevó a cabo la evaluación del anterior plan local de Juventud 2020 con algunas limitaciones respecto al diseño de evaluación inicial, sobre todo en los trabajos de campo inicialmente diseñados que obligaron a repensar y priorizar en un contexto COVID, pero que fueron perfectamente válidos para el objeto de la evaluación ya que permitió, entre otras cosas, optimizar recursos contratados. Una vez finalizada la evaluación se estableció un calendario y un método de trabajo para compartir las principales conclusiones de la misma con el equipo político-técnico implicado en la estrategia. Este equipo ya trabajó en la confección del plan evaluado en el 2016, y participó en las reflexiones conjuntas que sirvieron para orientar el actual plan, ya que las conclusiones iniciales de la evaluación fueron matizadas y complementadas, enriqueciendo de esta manera el producto definitivo.
En este sentido factores como la convicción de la utilidad de la evaluación de las políticas públicas, la confianza entre las personas y en su participación, la incorporación del rol político en el proceso de la evaluación y posterior planificación, la apuesta por hacer política con rigor con un método de trabajo integrando la perspectiva de diferentes agentes (internos, externos, jóvenes….), en esencia una evaluación pluralista. En todos ellos se toma como base su propia experiencia y vivencias y las conclusiones derivadas de la evaluación, generar un poso de trabajo en políticas concretas y concatenar procesos de planificación y evaluación sobre determinados programas, y porqué no generar y consolidar cierta experiencia en la materia, hacen pensar en la bondad de no dejar las cosas a la casualidad e intentar profundizar en la causalidad de las cosas, como un ejercicio sobre el que fundamentar los procesos de planificación de nuestras políticas públicas.
Nuestro reto es ampliar este método de trabajo en otras políticas y en otras estrategias de acción, un reto que no podemos dejar en manos de la serendipia y que nos hace pensar en la estrategia interna para generar demanda de evaluación, dar a conocer las iniciativas generadas y abrir la puerta a nuevas posibilidades, quien sabe a lo mejor tenemos suerte.
11/03/2022
Artículo sobre la «evaluación orientada a la planificación» muy práctico, concreto, didáctico, realista y, sobre todo, útil. Gracias Ferran.